El pasado 3 de mayo, un grupo de Caballeros y Damas de la RHSJP tuvimos la oportunidad de hacer una magnífica visita a dos de los Monumentos más importante de la ciudad de Zaragoza, ambos muy poco conocidos, y que, en cualquier otra ciudad europea, serían punto de referencia obligatorio para nativos y visitantes.
Nos referimos a la Iglesia de La Magdalena y al Monasterio de las Canonesas del Santo Sepulcro.
Es difícil poder describir en unas pocas líneas la historia, el arte, las historias particulares e incluso las leyendas que acumulan entre los dos, pero, aunque sea con unas pinceladas os trasladamos parte de lo que pudimos disfrutar los asistentes.
En primer lugar y para ambos espacios, hay que tener en cuenta que siempre están presentes algunas referencias: Aragón, en las personas de algunos de sus más importantes reyes (Alfonso I; Jaime II); su histórica vinculación con la Occitania (pues occitanos fueron muchos de los primeros aragoneses); la cristiandad (en su lucha cruzada en oriente y occidente; en Tierra Santa y en Hispania); el arte (con el románico, el gótico y por supuesto el mudéjar); y tantos y tantos otros aspectos.
Desde que el rey Alfonso el batallador, tras recuperar la ciudad para la cristiandad con sus tropas occitanas (francas) y aragonesas, instauró la capital en Zaragoza, trazó un completo y complejo plan para re cristianizar la ciudad, recuperando la cruz de la vieja ciudad romana, levantando simbólicamente 4 puertas en los extremos de esa cruz: Cinegia, Puente, Toledo y Valencia. Y cada puerta con su Iglesia custodia: La Seo – Puente, San Gil – Cinegia, San Antón – Toledo, y La Magdalena – Valencia.
Esta última primera escala en nuestra visita. Iglesia que se llama de la Magdalena, pues fue erigida en honor de María Magdalena enterrada en Marsella. Las tropas y repobladores aragoneses fueron en gran número francos, súbditos del rey de Aragón. No en vano el primer Señor de Zaragoza es “Gascón de Bearne”, Vizconde del Bearne y Señor de la Bigorra. Y los nuevos aragoneses levantan la Magdalena, como no podía ser de otra manera (un territorio recién recuperado para la cristiandad). La Iglesia en primera línea del sol, la torre la corona, como no, “el gallo” símbolo de luz, de la Fe y la Galia.
Iglesia levantada en un barrio muy especial e importante. Barrio extramuros, agrícola y ganadero; frente a la importante judería de la ciudad; barrio universitario en su época. Y por cierto los santos que aquí se veneraban: San Mamés y Santo Tomas de Canterbury. Pero esa es otra historia…
La Iglesia es Patrimonio Cultural de la Humanidad de la UNESCO por ser ejemplo de la arquitectura mudéjar, planteada como un recinto de nave única, con un ábside y la torre campanario típica de estas construcciones.
Su desarrollo ha cambiado mucho con el paso de los siglos, tanto que en un momento dado el ábside o cabecera original se transformó en el lugar de entrada y así continúa siendo en la actualidad (lo barroco escondió lo gótico/mudéjar), y decimos escondió, pues está ahí, y actualmente y tras las restauraciones se puede apreciar parte de su gran esplendor (la puerta gótica medieval original ha sido sacada a la luz).
Desde el exterior, más allá de esta puerta, este ábside no ha cambiado en exceso su aspecto, y mantiene su forma poligonal, en cuyos muros se mantienen los frisos de ladrillo decorativos, formados a partir de arcos mixtilíneos entrecruzados y cruces brazos romboidales. Unas formas ornamentales carismáticas dentro del arte mudéjar, un estilo único, que solo tuvo lugar en territorios reconquistados a los musulmanes y donde los artesanos mantuvieron durante siglos el influjo del arte islámico.
Tuvimos la oportunidad de ascender a su torre campanario. Como ocurre con otras torres mudéjares, también aquí la estructura arquitectónica es absolutamente idéntica a la de un alminar de estilo almohade de planta cuadrada y desde luego su aspecto volumétrico y su remate con forma de almenas está más cercano al de un torreón defensivo que al de un campanario.
Tras la anterior visita, nos dirigimos todavía con la emoción, a nuestro segundo destino. El monasterio de las Canonesas del Santo Sepulcro. Simplemente sublime.
¡¡Quien iba a imaginar al pasar esos muros que se podía encontrar semejante joya, que te transporta a siglos pasados desde el s. XIV Escondido y en pleno casco viejo!!, el monasterio continuamente habitado y en uso más antiguo de Europa. Perfectamente conservado “milagrosamente” en los últimos 720 años. Nos quedamos impresionados por el gótico / mudéjar de su interior, el claustro, la sala capitular, el refectorio, etc.
Es el único convento que pervive en Europa (lo que es decir en el Mundo) de dicha Orden. Monumento desconocido de los aragoneses, fundado allá por los tiempos del rey Don Jaime, y bajo su protección.
El claustro, mudéjar, tiene 18 bóvedas, el refectorio es muy grande y precioso con tres bóvedas con los escudos de Aragón, de los Luna y de la orden del Santo Sepulcro, también sobresale como decimos la sala Capitular y la Cripta que contiene una imagen de Cristo yacente del siglo XV. En el tercer piso tienen las viviendas las canonesas, las cuales, como religiosas de cada uno de los tiempos que les ha ido tocando vivir, nos han permitido el poder disfrutar de esta maravilla escondida, digna de visita obligatoria para cualquier aragonés o de cualquier amante de la historia y del arte.
Para finalizar, el grupo reducido de asistentes nos hicimos una foto de grupo para inmortalizar los momentos tan especiales que juntos habíamos compartido. Fue una lástima que esta visita solo permitió un aforo de 32 personas, por lo que muchos miembros de nuestra Hermandad se quedaron sin poder disfrutar de esta magnífica experiencia.