La unión de la fe y la cultura, la contribución del silencio a la creación de la armonía, éstas son un par de ideas de las muchas que propuso el obispo de Jaca, Don Julián Ruiz Martorell, en la cena-coloquio celebrada por la Real Hermandad el pasado día 29, dentro de unos encuentros que tradicionalmente se celebran en estas fechas, con ocasión de la proximidad de la Navidad.
Acudieron a la charla y posterior cena un buen número de asistentes, que tuvieron el privilegio de escuchar las doctas palabras de quien es el Moderador eclesiástico de la Hermandad, el obispo de Jaca, a quien queremos agradecer desde esta publicación, su presencia, sus palabras.
El resumen de su intervención consta de una introducción y seis puntos que se desarrollan bajo el título “Valores espirituales de San Juan de La Peña”.
En esta ocasión, hemos querido transcribir el resumen que él mismo facilitó a todos los asistentes, con objeto de que aquellos miembros de la Hermandad que no pudieron estar presentes y así lo deseen, disfruten de ese mismo resumen.
Valores espirituales de San Juan de la Peña
– Introducción
Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos: “En el corazón de toda persona, como en la cultura de todo pueblo y en sus manifestaciones colectivas, está siempre presente una dimensión religiosa. Todo pueblo, de hecho, tiende a expresar su visión total de la trascendencia y su concepción de la naturaleza, de la sociedad y de la historia, a través de mediaciones culturales, en una síntesis característica de gran significado humano y espiritual”.
San Agustín, “Piedras vivas, formadas por la fe, robustecidas con la esperanza y unidas por la caridad”.
Dª Natalia Juan García: “Nunca podremos saber la alegría que debieron sentir al profesar en este monasterio o la emoción que les invadió al abrir por primera vez la ventana de su celda y contemplar el magnífico paisaje. Por mucho que nos esforcemos nunca nos acercaremos lo bastante a los entresijos de su alma”.
“Ningún lugar puede decir, / ninguna palabra puede expresar, / sólo quien lo ha probado puede creer / lo que es amar a Jesús”.
– 1) La belleza como epifanía de la historia de la salvación
Fiódor M. Dostoievski: “La belleza nos salvará”
Joseph Ratzinger: “Para que hoy la fe pueda crecer tenemos que llevar nosotros mismos a los hombres y mujeres con que nos cruzamos a entrar en contacto con la belleza”.
Pontificio Consejo para la Cultura, Para una pastoral de la cultura: “La auténtica obra de arte es potencialmente una puerta de entrada para la experiencia religiosa. Reconocer la importancia del arte para la inculturación del Evangelio es reconocer que el genio y la sensibilidad del hombre son connaturales a la verdad y a la belleza del misterio divino”.
En la belleza del paisaje natural de San Juan de la Peña y en el esplendor de sus obras artísticas se manifiesta la historia de la salvación como escrita en dos libros: la creación y la Sagrada Escritura.
– 2) La Cultura: La fe acogida en plenitud, pensada en su totalidad, vivida con fidelidad
Juan Pablo II: “Una fe que no se hace cultura es una fe no plenamente acogida, no totalmente pensada, no fielmente vivida”.
Pablo VI, Evangelii Nuntiandi: “Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar…” (EN 14); “Lo que importa es evangelizar –no de una manera decorativa, como con un barniz superficial, sino de manera vital, en profundidad y hasta sus mismas raíces- la cultura y las culturas del hombre…” (EN 20).
Conferencia Episcopal Española, Plan Pastoral 2002-2005: “Con ojos de fe y corazón agradecido por los dones que Dios reparte en su Iglesia, desde la preocupación, que nace de la caridad, hacia las dificultades con que hoy os encontramos para vivir y transmitir la fe; y con ánimo esperanzado en la búsqueda de nuevos caminos”.
– 3) Personas de fe que iluminan
Papa Francisco, Lumen fidei: “Quien cree ve” (LF 1); “Es urgente recuperar el carácter luminoso propio de la fe” (LF 4). “La fe no solo mira a Jesús, sino que mira desde el punto de vista de Jesús, con sus ojos; es una participación en su modo de ver” (LF 18).
Los monasterios de San Juan de la Peña son como faros orientadores, como focos de luz intensa.
Benedicto XVI, Deus caritas est: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (DCe 1).
“Os convertisteis a Dios, abandonando los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero, y vivir aguardando la vuelta de su Hijo Jesús desde el cielo, a quien ha resucitado de entre los muertos y que nos libra del castigo futuro” (1 Tes 1,9-10).
– 4) Dando vida, sembrando esperanza
Benedicto XVI, Spe salvi: “La vida humana es un camino. ¿Hacia qué meta? ¿Cómo encontramos el rumbo? La vida es como un viaje por el mar de la historia, a menudo oscuro y borrascoso, un viaje en el que escudriñamos los astros que nos indican la ruta. Las verdaderas estrellas de nuestra vida son las personas que han sabido vivir rectamente. Ellas son luces de esperanza. Jesucristo es ciertamente la luz por antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia. Pero para llegar hasta Él necesitamos también luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra travesía”.
Algunos rasgos del actual hombre desesperanzado: pesimista y pasivo, hedonista, individualista e insolidario, descafeinado.
Por el contrario, la esperanza genera una manera nueva, sana y saludable de estar en la vida. Engendra personas con actitudes solidarias y sanadoras. Engendra personas utópicas, soñadoras, con visión de futuro, solidarias, optimistas, emprendedoras, responsables, capaces de trabajar por un mundo más humano, más justo, más feliz, más pacífico, más sano.
San Agustín: “La Iglesia va peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios”.
– 5) La dinámica del amor
“Yo, Juan, primer anacoreta de este lugar, habiendo despreciado el siglo por amor de Dios fabriqué, según alcanzaron mis fuerzas, esta iglesia en honor de San Juan, y aquí reposo”.
San Benito: “No anteponer nada al amor de Cristo”. “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser” (Mc 12,30). “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mc 12,31).
Benedicto XVI, Deus Caritas est: “Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él” (1 Jn, 4,16). Estas palabra de la Primera carta de Juan expresan con claridad meridiana el corazón de la fe cristiana: la imagen cristiana de Dios y también la consiguiente imagen del hombre y de su camino. Además, en este mismo versículo, Juan nos ofrece, por así decir, una formulación sintética de la existencia cristiana: “Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él”. “El cristiano sabe cuándo es tiempo de hablar de Dios y cuándo es oportuno callar sobre Él, dejando que hable sólo el amor. Sabe que Dios es amor (1 Jn 4,8) y que se hace presente justo en los momentos en que no se hace más que amar”.
– 6) La lección del silencio
“Escucha, Israel” (Dt 6,4). “Que cada uno sea diligente para escuchar y tardo para hablar” (St 1,19).
San Benito: “Escucha, hijo, los preceptos de un maestro e inclina el oído de tu corazón, acoge con gusto la exhortación de un padre bondadoso y ponla en práctica, a fin de que por el trabajo de la obediencia retornes a Aquel de quien te habías apartado por la desidia de la desobediencia”.
San Gregorio Nacianceno: “Es mejor prestar un oído atento antes que mover una lengua ignorante”.
“Hay quien calla y pasa por sabio, y quien se hace odioso por su verborrea” (Eclo 20,5); “Hay quien calla por no tener respuesta, y quien calla porque conoce su hora” (Eclo 20,6); “El sabio guarda silencio hasta el momento oportuno pero el fanfarrón y el insensato siempre se adelantan” (Eclo 20,7); “Mejor es resbalar en el suelo que con la lengua” (Eclo 20,18).
Quien no conoce “largos silencios luminosos”, jamás podrá iluminar con la palabra. El hombre necesita palabras que posean una carga infinita de silencios. Y tiene necesidad de silencios luminosos, plenos.
Maurice Merleau-Ponty: “palabras habladas” y “palabras hablantes”. Las “palabras habladas” son palabras no pensadas, viejas, no creíbles. Las “Palabras hablantes” son las palabras que dicen algo. Palabras esenciales, palpitantes, cálidas, incandescentes, además de transparentes.
Pío XII: “La que se ha podido llamar la espiritualidad del desierto, esa forma de espíritu contemplativo que busca a Dios en el silencio, en la abnegación de sí mismo, es un movimiento profundo del Espíritu que nunca cesará mientras haya corazones para escuchar su voz. No es el miedo, ni el arrepentimiento, ni sólo la prudencia los que pueblan las soledades de los monasterios. Es el amor de Dios”.
Benedicto XVI: percibir, en el silencio interior, la voz de Dios, capaz de orientar la vida.
A los postres tuvo lugar un fecundo coloquio en el que el obispo nos animó a vivir el pasado con gratitud, el presente, el hoy con apasionamiento y el futuro con esperanza. Que así sea.