La rejería románica aragonesa revisitada

Conferencia impartida por Lourdes Diego Barrado

El nacimiento del nuevo estilo del hierro románico, basado en la multiplicación de espirales aplicadas principalmente a la rejería, dio testimonio de la vocación universal del arte románico y reflejó el nexo de unión entre todas las artes que florecieron durante este período.

Se trata de un arte propio y singular, muy desarrollado a partir del siglo XI, realizado para iglesias y ermitas situadas en torno a la ruta compostelana y que, además de atender las necesidades litúrgica y doméstica, cumplía un triple servicio: dividir, proteger y decorar distintos espacios dentro de los templos. Con este fin se concibieron rejas de presbiterio, de capilla o de ventana, que preservaban el carácter sagrado de los mismos y garantizaban la seguridad de las reliquias o de las tallas veneradas en ellos custodiadas.
Entre los grandes conjuntos románicos conservados, destacan dos de singular importancia y belleza: la reja de la ermita de Santa María de Iguácel y las rejas de la catedral de Jaca.
La iglesia de Santa María de Iguácel, remodelada en el año 1072, hubo de contar pronto con una talla de la Virgen debido a su advocación mariana.
Es sabido que en los primeros meses de su reinado, Ramiro II el Monje hubo de enfrentarse a graves dificultades, entre ellas la falta de liquidez de la corona aragonesa. En esas condiciones, el 13 de noviembre de 1135 el monarca entregó al Monasterio de San Juan de la Peña y a su priorato de Santa María de Iguácel tres “villæ” del valle de la Garcipollera como compensación por un cáliz y un vaso de gran precio que se llevó de San Juan de la Peña y por un retablo de plata sobredorada que tomó de Santa María de Iguácel para acuñar sueldos jaqueses. Habida cuenta de la importancia de este retablo y del hecho de que la talla de Nuestra Señora de Iguácel no es de bulto redondo, sino que está concebida para formar parte de un retablo, parece legítimo concluir que la reja románica que se expone hoy en el Museo Diocesano de Jaca fue concebida para proteger tales tesoros; y que hubo de ser realizada en las últimas décadas del siglo XI o a principios del XII y, en cualquier caso, con anterioridad al año 1135 (es decir, entre 1072 y 1135).
Por otro lado, la tradición quiere que el rey Ramiro I fuera el promotor de la catedral de Jaca; y el análisis de la primera fase de su fábrica así lo ha confirmado.
Fue Sancho Ramírez (1064-1094), hijo y promotor junto con su padre Ramiro I de esta empresa, quien se encargó de continuar las obras que, sin embargo, no finalizaron sino bien avanzado el siglo XII.

La Seo jacetana custodió, por algún tiempo, las importantísimas reliquias de Santa Engracia. Es plausible que dichas reliquias hubieran sido extraidas por Sancho Ramírez en julio de 1089, es decir, durante el ataque a Zaragoza y devueltas a dicha ciudad después de la reconquista final de 1118. Este hecho induce a pensar en la necesaria sustitución de la reliquia santa y venerada de santa Engracia -parte de la cual se halla en la cajita relicario ubicada bajo la cabeza del Cristo pintado de Bagüés, de 1090-1100 aproximadamente.- por otra relevante. La más que probable recepción en el templo de las reliquias de Santa Orosia habría garantizado, por lo demás, la continuación de las obras de la catedral pues, de no haber poseído reliquias, esta no habría sido meta de peregrinación. Dicha hipótesis lleva a concluir la necesidad de la existencia, en época de Sancho Ramírez, de una protección de calidad en el altar mayor de la catedral. Una reja de cierre del ábside central habría servido igualmente para preservar la imagen del ‘Eras Pedro’, que fue provista de receptáculo en el pecho para reliquias.
Un atento estudio de los fragmentos de rejería conservados en el interior de la Seo jacetana y de la escasa documentación que refiere los movimientos tanto de la reja de cierre del antiguo ábside central como de las que se sitúan clausurando actualmente los ábsides menores, así como la exposición al público de un antiguo espacio de la catedral no visible hasta fechas recientes -el llamado
“secretum” (cuya entrada se halla protegida por una puerta con motivos de forja románica ensamblados)- llevan a la necesidad de proponer una nueva hipótesis de trabajo.
A falta de conocer si las ventanas de los antiguos ábsides estaban cerradas mediante rejas -como era habitual en la época y muy especialmente en los templos que contenían reliquias importantes-, podemos advertir que parte de los motivos de sencillas ‘ces’ que compusieron la reja central se encuentran hoy en las rejas de los ábsides laterales. Igualmente, los motivos de factura más compleja y de mayor desarrollo de estas hallan su réplica en la reja de la puerta del secretum. Todavía, y a este respecto, dos documentos importantes deben ser considerados. Por un lado, el manuscrito inédito de Pedro Villacampa (1492-1562), que refiere el traslado en el siglo XVI de la reja del ábside central al coro nuevo colocado en ese momento en la nave central. Por otro, el año 1636, momento en que se reagrupa un buen número de motivos rejeros de época románica en una reja de factura renacentista por obra de Martín Bandrés en la capilla del Pilar o de San Antolín.
El traslado de la reja del altar mayor al coro nuevo pudo implicar una posible separación de los elementos estructurales que la conformaban. Así, los paños laterales con sencillas ‘ces’ habrían quedado dispuestos en el tramo anterior al coro desplazado y, con posterioridad, en la capilla del Pilar.
Sin embargo, los batientes (probablemente tres, debido al amplio tamaño del ábside) habrían sido desmembrados de la estructura original para conformar, con el tiempo, nuevas rejas sitas hoy en los ábsides laterales y en el secretum. Las referidas rejas se habrían podido nutrir igualmente de los motivos procedentes de las rejas de las ventanas del ábside central y quedar completadas, en el momento de la colocación actual, con otros motivos de factura moderna de forma que los frontales de los ábsides quedaran perfectamente cubiertos.
El número importante de fragmentos rejeros conservados y la bella factura de los mismos llevan a imaginar una reja alta y de gran porte, similar a otras conservadas, como las de Santa Fe de Conques o las situadas actualmente en el templete del lavabo de la catedral de Pamplona.